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Luis Posada: El Pintor Risueño

  • karenleehall
  • Sep 7
  • 5 min read

Updated: Oct 2


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Por Anne-Marie Mascaro

Luis Posada no es solo un artista; es una fuerza de la naturaleza. Sus vibrantes murales, su risa contagiosa y su desafiante independencia le han ganado la confianza de celebridades, la lealtad de la fauna y el cariño de quienes tuvieron la suerte de conocerlo. Desde una infancia marcada por la violencia política y bocetos secretos trazados al amparo de la noche hasta una vida de colores vibrantes y libertad creativa en Costa Rica, Posada ha convertido cada lucha en una pincelada, forjando una vida —y un legado— que se niega a ser nada más que suyo.


Cuando le pregunto: "¿Alguna vez has considerado convertir tus grandes y coloridos murales en papel tapiz para hoteles de lujo?", responde rápidamente: “No”. Solo crea arte si le apasiona, y no hace excepciones.


Ahora, desde su estudio en la Península de Nicoya, Luis pinta a diario, fusionando arte y vida con su cálida risa y su agudo ojo para el detalle. En sus escasos momentos libres, disfruta de la naturaleza, de bailar salsa y de pasar tiempo con sus tres hijas: Gabriella, Alinna, Diana su hijo Emilio, compañero artista y mejor amigo.

En el Comienzo

La historia de Luis comenzó en la finca de su abuela en El Salvador. Nació en medio de la agitación política, hijo de un político controvertido condenado a muerte. Creció viendo cómo hombres armados asaltaban su casa, obligándolo esto a cambiar de escuela, de país e incluso de nombre. La familia finalmente lo envió a él y a sus hermanos a vivir en la fincade café de su abuela.


Allí, aprendió precisión. De día, ella le enseñaba a cuidar las plantas; de noche, pintaban flores para las coronas del Día de Muertos. Estos momentos de tranquilidad los acercaban. Esas flores —rosas, violetas, aves del paraíso— aún florecen en su obra.


Su vínculo era complejo. Ella era a la vez protectora y crítica severa.


En un momento inolvidable, su abuela le pidió a todos los nietos, excepto a Luis. No quería su energía traviesa. Para demostrar su valía, Luis domó al caballo salvaje de la finca, considerado demasiado peligroso. Tras una cabalgata alocada, Luis logró que el caballo bebiera tranquilamente en un río. Los caballos se convertirían más tarde en un tema recurrente en su arte.


A los ocho años, se levantaba a las cuatro de la mañana para cuidar vacas. Pero su curiosidad lo llevó a tomar sin permiso golosinas de la cocina. Su abuela preguntó: “¿Quién hizo esto?” cuando lo espabilo de una cachetada. En lugar de llorar, él reía: “¡No fui yo!”. Esa risa se convirtió en algo fundamental para él, y le valió el apodo de “El Pintor Risueño”.

El Arte Como Refugio

Los primeros encuentros de Luis con la violencia y el abuso moldearon dos constantes de toda la vida: la risa y el arte. Su trayectoria pictórica comenzó después de su Primera Comunión, cuando fue separado de otros niños por temor a un intento de asesinato. En ese dolor y silencio, encontró consuelo en la pintura.


Por las noches, pintaba murales en secreto, desapareciendo en el acto. Su amor por el arte se profundizó tras ganar un concurso de arte juvenil. Pero su padre lo desaprobaba y lo empujaba hacia el derecho o la academia. Sin embargo, el arte lo había salvado, mientras que la política había fracturado a la familia. Así que siguió pintando, en secreto.


Otra pasión eran los autos. Por la noche, observaba sus elegantes líneas en Popular Mechanics, escondiendo las revistas debajo de su cama y bloqueando la luz de su puerta para que su padre no se diera cuenta.

Emprendedor en ciernes

El espíritu emprendedor de Luis se manifestó desde muy joven. A los 15 años, abrió un restaurante salvadoreño en San José llamado “Cafeteria y pupuseria Cuzcatlán”, en honor al plato nacional. A pesar de las dudas, fue un éxito, con filas desde el amanecer hasta el anochecer. Pupusa se convirtió en su apodo, y el apodo se le quedó. Una vez, mientras salía al cine con su familia, se rió tanto que oyó a un desconocido gritaren el cine: “¡Oye, Pupusa, cállate!”.


Tras la muerte de su padre en 1983, Luis y su hermano regresaron a El Salvador para intercambiar autos, mientras la familia se encargaba del restaurante. En los años 90, regresó a San José y al mundo del arte, representando a más de 200 artistas centroamericanos y caribeños a través de galerías de su propiedad. Sus profundos vínculos con

la escena local consolidaron su papel en el mundo artístico de la región.

De celebridad local a celebridades internacionales

El arte de Luis comenzó a llamar la atención en el Hotel Palacio de San José, donde el músico Alan Parsons vio un mural y le pidió que pintara un retrato de su esposa. Más tarde, se hizo amigo de Mel Gibson a través de un contacto en común, Richard Shakarian, expresidente de la Full Gospel Business Men’s Fellowship. Mel lo animó a pintar con libertad, incluso diciéndole que tratara su casa como si fuera la suya.


También reconoce al hotelero y amigo Guillermo Barceló por haberlo ayudado a perfeccionar su técnica con las guacamayas. El trabajo de conservación de Barceló le permitió a Luis tener un acceso cercano a las aves. Su fascinación por la vida silvestre se profundizó al trabajar con guías y observar animales en su hábitat natural. A pesar de sus contactos de alto perfil, Luis sigue sin estar interesado en el comercio.

Cerrando el círculo

A lo largo de los años, Luis compaginó el arte con los viajes y los estudios de derecho, arquitectura y relaciones internacionales para honrar a su padre. Tras casarse y tener hijos, un divorcio difícil lo llevó a mudarse a la selva tropical Braulio Carrillo de Costa Rica.


Allí, abrió una galería junto a un pantano, donde domesticó un pizote que llamó Pancho. La dulzura de Pancho le permitió a Luis pintarlo junto a turistas, reavivando su pasión y brindándole un medio de vida que, según él, le salvó la vida.

El arte de vivir

El arte de Luis celebra la conexión, la emoción y la alegría. Sus obras, de una magnitud inimaginable, brillan con un diseño audaz. Pinta monos, perezosos, aves y peces con la forma de los autos de carreras que admiraba de niño.


Un amigo le dijo una vez que sus peces evocan las curvas de los Alfa Romeo y BMW de su juventud. Antes oculto en las sombras, Luis se ha convertido en arte viviente. “Amo mi vida”, dice. “El mundo es arte”. A través del arte, Luis ha construido su propio mundo, uno que rechaza el comercialismo y abraza la creatividad. De todas las personas que ha conocido, su abuela sigue siendo su mejor maestra. “Me enseñó a trabajar, y a trabajar duro”, dice. “Y con eso, puedo llegar a cualquier parte”.


Contacta a Luis Posada en:

WhatsApp +506 6261 8406

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Anne-Marie Mascaro es escritora independiente en diversos medios. Es la fundadora de Monkeyfriendly.com, una organización sin fines de lucro 501(c)(3) que conecta a personas dentro y fuera del ámbito científico para colaborar en proyectos de vida silvestre. https://anne-mariemascaro.com/#portfolio 


En mayo de 2025, Monkeyfriendly inició una iniciativa de educación sobre la vida silvestre en la Escuela Manuel Antonio, en colaboración con SINAC y Evergreen Tours. El objetivo de la organización es fomentar colaboraciones interdisciplinarias que protejan la vida silvestre.

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